miércoles, 18 de mayo de 2016

La estrategia no intervencionista de Argelia


Un soldado argelino hace guardia a la entrada de las instalaciones de gas natural de Tigantourine tras el ataque de la brigada Al Muthalimin, el 16 de Enero de 2013. (Foto extraída de tommyellingsen.no)

Argelia se enorgullece de haber respetado desde hace muchos años la soberanía de otros estados, pero la amenaza creciente de la actividad militante delante de sus puertas está poniendo a prueba la antigua política de no intervención de Argel. Sus vecinos, muchos de los cuales son dirigidos por gobiernos inestables, son incapaces de combatir la creciente actividad militante por su propia cuenta. Una vez Argelia logre cierta estabilidad tras la elección de su próximo presidente, el país puede verse obligado a abandonar su enfoque de política exterior tradicional a favor de una postura militar más firme más allá de sus fronteras...


Una historia de no intervención

Los principios de no intervención han estado profundamente arraigados en la política exterior de Argelia desde que el país obtuvo su independencia en 1962. La larga y sangrienta búsqueda de la excolonia francesa por la soberanía había plantado las semillas de la oposición a la injerencia externa, que culminó con la inclusión de una política formal de no intervención en la Constitución de Argelia en 1976.

El mantenimiento de una neutralidad firme en los conflictos de otros países sirve de gran ayuda a los intereses estratégicos de Argelia. Si Argel, por ejemplo, decidiera ayudar a sus vecinos a luchar contra sus propios movimientos insurgentes islamistas, se pondría en riesgo de convertirse en un objetivo para los insurgentes. 

En lugar de eso, Argel ha tratado de mantenerse al margen de los asuntos de otros estados, mientras que ha buscado un mejor posicionamiento para liderar la región del norte de África. La mediación ha demostrado ser un medio particularmente útil para influir. Argelia jugó un papel clave en las primeras conversaciones para resolver las rebeliones tuaregs de Mali en 1990, 2006 y 2014; negoció acuerdos de paz en Eritrea y Etiopía; y facilitó la resolución de la crisis de los rehenes de EE.UU.-Irán después de la caída del Shah Mohammad Reza Pahlavi. Más recientemente, Argelia ha participado en el diálogo patrocinado por la ONU en la guerra civil de Libia, y -de forma extraoficial- ha mediado en las negociaciones entre Turquía e Irán sobre el futuro de Siria. Al concentrarse en la intermediación de la paz, Argelia se ha convertido en un actor dominante en la región sin asumir los riesgos asociados a intervenir en otras partes en nombre de la seguridad.

Amenazas a la seguridad

Durante la mayor parte de su historia, la estrategia no intervencionista de Argelia se ha adaptado a sus necesidades. Después de todo, la mayor parte de los problemas de seguridad del país han llegado desde el interior, principalmente en forma de levantamientos de la minoría bereber de Argelia o grupos islamistas militantes de cosecha propia, como el Grupo Islámico Armado de Argelia y el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. En consecuencia, Argelia ha desarrollado constantemente sus fuerzas armadas con miras a hacer frente a las amenazas internas y han gozado de prioridad presupuestaria.

Sin embargo, las amenazas a la seguridad que Argel enfrenta hoy en día son muy diferentes y se encuentran en gran medida fuera de las fronteras de Argelia. Los militantes islamistas que asolaron el país durante gran parte de su pasado fueron, en su mayor parte, obligados a huir en medio de una campaña contraterrorista intensificada que tuvo lugar después de que la guerra civil de Argelia terminara. Los militantes se refugiaron en estados vecinos como Malí, Mauritania y Níger. Cuando el exlíder libio Muamar Gadafi cayó en 2011, los grupos militantes consiguieron acceso a más armas y refugios en una escala sin precedentes.

En 2013, las consecuencias de su ascenso se hicieron evidentes en Argelia cuando la brigada Al Muthalimin de Mokhtar Belmokhtar atacó las instalaciones de gas natural de Tigantourine cerca de Ain Amenas. El incidente provocó un debate sin precedentes sobre si Argelia debía intervenir militarmente en otros países para mitigar los riesgos que emanaban del Sahel, algo que los islamistas de Argelia nunca antes habían sido capaces de conseguir, incluso en el apogeo de la guerra civil del país.

Hasta ahora, el gobierno argelino ha intentado resolver el problema mediante un mejor aislamiento del país de los ataques de los grupos situados en el extranjero. A tal fin, Argel ha reforzado su seguridad en la frontera con decenas de miles de soldados adicionales y fuerzas paramilitares. También ha puesto a los militares, en lugar de la policía, a cargo de las operaciones fronterizas y ha cerrado 5.955 kilómetros de frontera de Argelia con Mauritania, Malí, Níger y Libia. Para evitar incursiones desde el desierto, el ejército ha establecido 20 estaciones de monitoreo y vigilancia en la frontera sur de Argelia, gracias a las recientes adquisiciones de material militar moderno, que incluyeron aviones no tripulados y tecnología de vigilancia.

Pero a pesar de los esfuerzos de Argel y el equipamiento militar sofisticado, las largas y porosas fronteras del país han demostrado ser casi imposibles de sellar. Las armas y las personas entran con frecuencia en Argelia desde el sur y el este, mientras que los ataques suicidas siguen dañando los puestos militares en todo el país. A medida que las amenazas se incrementan en todos los lados, Argelia debe encontrar una solución al problema de la militancia activa en la región.

Posibles soluciones

La solución no va a venir necesariamente en forma de intervenciones militares a gran escala. Lo más probable, es que Argelia optará por incrementar sus ataques aéreos, incursiones transfronterizas y la coordinación con otros países en la lucha contra los grupos militantes del norte de África, entre ellos Francia. Aunque la estrategia de París tiene roces con la estrategia de Argel en la región, ambos pueden encontrar espacio para cooperar en asuntos de interés táctico mutuo. Lo mismo se puede decir de los vecinos de Argelia: Argel tiene una larga historia de trabajo con otros estados para limpiar el Sahel. En 2010, Argelia, Malí, Níger y Mauritania establecieron un comité conjunto para coordinar sus operaciones de lucha contra el terrorismo, a pesar de que la agitación regional que siguió en los posteriores años sobrepasó en gran medida la capacidad de la comisión.

Aunque la Constitución de Argelia prohíbe técnicamente a los militares participar en operaciones en el exterior, Argelia ha sabido desplegar sus fuerzas en diversas ocasiones más allá de sus fronteras. El caso más notable fue en 1963 durante la guerra con Marruecos, además de que se enfrentaron con las fuerzas marroquíes de nuevo en el Sahara Occidental en 1976. Durante la guerra árabe-israelí, Argelia también envió unos 3.000 soldados para ayudar a Egipto en su lucha contra Israel. Estas son excepciones a la regla,  y de hecho, el poder militar de Argelia rara vez se aleja de los problemas internos. De hecho, incluso cuando el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental atacó un puesto militar en Tamanrasset, en 2012, las fuerzas argelinas no persiguieron al grupo a su bastión en el norte de Mali.

Obstáculos para la intervención en el extranjero

Dada la considerable (y creciente) capacidad de los militares de Argelia, el aumento de sus operaciones de seguridad en el extranjero no sería difícil. Desde su independencia, Argelia ha apreciado y cuidado su fuerza militar, y en 2009 superó a Sudáfrica como el mercado de defensa más grande del continente. Cuatro años más tarde, Argelia se convirtió en el primer país africano que invirtió más de 10 mil millones de dólares en sus fuerzas armadas. Hoy en día  dedica más o menos esta cantidad cada año a la defensa. Como resultado, el ejército de Argelia es uno de los más grandes de la región, y sigue estando bien provisto de equipos de origen ruso.

Sin embargo, la superposición de las limitaciones políticas y económicas a las necesidades militar es serán un reto más grande. La economía de Argelia sigue dependiendo en gran medida de las exportaciones de petróleo y gas natural, pero estos productos ya no están alcanzando los altos precios que tuvieron en el pasado. Dado que los precios del petróleo se desplomaron en 2014, Argelia ha tenido que tirar más y más de sus reservas de divisas para compensar el déficit en los ingresos. De hecho, el déficit presupuestario de Argelia casi se duplicó entre 2014 y 2015, pasando del 6,2 por ciento al 11,5 por ciento. Así que, aunque Argel continuará invirtiendo en sus fuerzas armadas, será cuidadoso de participar demasiado en la lucha contra sus amenazas de seguridad externas para que el empeño no supere demasiado sus recursos y pueda ser capaz de garantizar su autodefensa.

Mientras tanto, la incertidumbre política abunda mientras los líderes argelinos elaboran un plan de sucesión para el enfermo presidente del país, Abdel Aziz Bouteflika. Es probable que se prolonguen las negociaciones entre los políticos, militares y la élite empresarial de Argelia mientras diferentes contendientes compiten por un papel más destacado en el próximo gobierno. Pero después de que el polvo se asiente y el nuevo presidente de Argelia consolide su poder, Argel será libre de utilizar su poder militar de forma más agresiva y neutralizar las muchas y variadas amenazas que se encuentran justo fuera de sus fronteras.

En Resumen

Una mayor actividad militante en el norte de África, junto con la incapacidad de los gobiernos regionales para luchar contra ella, aumentará en gran medida las amenazas de seguridad que enfrenta Argelia. 

Incapaz de patrullar y proteger la totalidad de su frontera, a Argelia le resultará más difícil mantener su política de no intervención a largo plazo. 

Una economía tensa y la incertidumbre que rodea a la sucesión política de Argelia, van a retrasar los esfuerzos de Argel por proteger sus intereses de seguridad fuera de sus fronteras.