Foto de la presa de arco de Oymapinar, en el río Manavgat, Turquía. (PHILIPP JOHN / Wikimedia Commons/ CC BY / GFDL)
Desde el comienzo de la civilización, los ríos han definido la región que ahora llamamos el Oriente Medio. Mesopotamia, parte de la media luna fértil situada entre el Tigris y el Eufrates, fue el hogar de muchos de los grandes imperios de la antigüedad. Pero con el tiempo estas sociedades antiguas cayeron, y las fronteras entre ellas se han hecho borrosas. Un siglo atrás, estas fronteras se volvieron a dibujar en su totalidad, alteradas para cumplir con los objetivos políticos del Acuerdo Sykes-Picot. Los límites establecidos por Occidente ignoraron la distribución étnica y la geografía, lo que contribuyó al caos que vendría a definir el Oriente Medio durante los próximos 100 años. Una de las mayores víctimas de este caos fue el estado kurdo.
Los kurdos son un pueblo sin fronteras, integrado por ciudadanos de muchos países que se identifican como kurdos, aunque sólo en nombre. La mayor población kurda - unos 15 millones de personas - vive en Turquía, donde mantiene una relación compleja con los gobernantes del país. La relación se ha complicado aún más por los conflictos en Irak y Siria, guerras en las que los kurdos y el gobierno turco tienen una participación importante. Actualmente, el Presidente Recep Tayyip Erdogan ha aprobado una estrategia de represión y control hacia la minoría kurda del país para obtener el apoyo mayoritario en Turquía y así afianzar su política exterior, por lo que controlar los ríos de la región será una necesidad táctica fundamental para apoyar su estrategia - como también lo será para los militantes kurdos.
Las políticas de gestión del agua
Mapa de la localización de las presas y plantas hidroeléctricas del Proyecto del Sudeste de Anatolia. (Extraído de ercanayboga.blogspot.com)
Los ríos Tigris y Éufrates son arterias vitales para Irak y Siria, pero sus manantiales se encuentran en una región de Turquía en gran parte poblada por kurdos. El Éufrates se inicia en las tierras altas del este de Turquía, entre el lago Van y el Mar Negro. A partir de ahí, desemboca en Siria, donde se le unen otros dos afluentes procedentes de Turquía antes de pasar por Irak y desemboca en el Golfo Pérsico. En total, casi el 90 por ciento del agua del Éufrates proviene de tierras de Turquía, y una presa bien colocada en la cuenca superior del Éufrates puede controlar la mayor parte de la corriente del río.
El Tigris también comienza en las montañas del este de Turquía, entra brevemente en Siria durante su camino hacia Irak. Pero a diferencia del Éufrates, los principales afluentes del Tigris están más dispersos geográficamente. Turquía controla sólo el 44 por ciento del caudal del río, que, aunque sigue siendo un porcentaje importante, significa que la gestión del agua a lo largo del río Tigris es más complicada que en el Éufrates.
Desde que el presidente Mustafa Kemal Ataturk gobernó, Turquía ha soñado con el aprovechamiento de estos grandes ríos para fines de generación de energía y el riego. El país comenzó a construir su primera presa en el Éufrates en la década de 1960, marcando el inicio de un amplio esfuerzo por parte de Ankara de administrar los recursos hídricos de la nación. A principios del siglo 21, Turquía había construido cerca de 600 presas, y tenía más de 200 más en construcción.
Sin embargo, la gestión del agua significa mucho más que la producción de energía y el riego de los cultivos; también se trata de poderío táctico. Ankara utiliza las presas para ayudar (o controlar, dependiendo de la perspectiva) a la subdesarrollada pero rica en agua parte sureste del país, que coincide con el Kurdistán histórico. Estas presas incluyen la presa de Karakaya, terminada en 1988, y la presa de Ataturk, que fue terminada en 1992 y es una de las presas más grandes del mundo. Ambas son parte del Proyecto del Sudeste de Anatolia, que tiene el objetivo declarado de impulsar la actividad económica en la región mediante la creación de puestos de trabajo y mejorar la calidad de vida, especialmente al aumentar el acceso a la electricidad y el riego. En la práctica, sin embargo, el proyecto también ha desplazado a las comunidades locales y está poniendo en riesgo sitios históricos y culturales, llevando a algunos a sugerir que la intención de Ankara puede ser en realidad subvertir a los kurdos en lugar de ayudarlos.
En ninguna parte están estas cuestiones más claras que en la presa de Ilisu. Su embalse, una vez terminado, inundaría el 80 por ciento de la antigua ciudad de Hasankeyf, lo que podría desplazar a 80.000 habitantes y además sumergiría numerosos lugares de interés cultural. Aunque la construcción de la presa comenzó hace una década, los acreedores europeos retiraron sus fondos del proyecto no mucho tiempo después, causando retrasos. Turquía encontró financiación alternativa para la presa, y progresó a pesar de las objeciones locales e internacionales. Incluso un fallo de 2013, por parte de un tribunal administrativo de Diyarbakir exhortando a la detención de la construcción de la presa hizo poco para disuadir a Ankara de su esfuerzo, y en enero, el Parlamento de Turquía aprobó una ley de para aprobar la central hidroeléctrica de Ilisu. La medida, por defecto, requerirá que los residentes de Hasankeyf sean realojados. Aunque la presa estaba prevista inicialmente para haber sido llenada este año, más retrasos han postergado su fecha de finalización. Sin embargo, a medida que el proyecto vaya llegando a su fin, la oposición a la presa podría aumentar entre los grupos kurdos.
Un arma útil pero limitada
Si bien de cara a la galería el Estado Islámico se ha convertido en el enemigo común de Turcos y Kurdos en Irak y Siria, En la práctica Turquía sigue golpeando al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el norte de Irak. En casa, Erdogan también se ha tornado agresivo hacia los kurdos del país en un intento de impulsar el sentimiento nacionalista y ampliar su base de apoyo político. Y al igual que lo han hecho durante los últimos 50 años, las presas seguirán desempeñando un papel importante en la escalada de tensión mientras el gobierno de Turquía y la minoría kurda buscan explotarlas para sus propios fines.
Desde la perspectiva de Ankara, las presas pueden ser utilizadas para restringir los movimientos del PKK en el este montañoso del país, sobre todo a lo largo de la frontera de Turquía con el Kurdistán Iraquí. Después de todo, el territorio cubierto por el agua es más fácil de defender que la tierra, y mediante la separación de las mitades norte y sur de la región kurda, Ankara podría restringir las actividades de los militantes kurdos en la zona. Como era de esperar, el gobierno estaría planeando la construcción de varias nuevas presas en las provincias de Hakkari y Sirnak, aunque los detalles son escasos.
Por supuesto, siempre que Ankara mantenga la construcción de presas, los militantes kurdos van a seguir atacándolas. Los ataques contra las presas se han intensificado en el este de Turquía en los últimos años. Numerosos trabajadores de la construcción han sido secuestrados, y en 2012, 22 camiones fueron incendiados en las presas. Todos estos incidentes fueron atribuidos a militantes del PKK. Luego, a finales de 2014, el trabajo en la presa de Ilisu se detuvo durante cuatro meses después de que el brazo armado del PKK secuestrara a dos de los subcontratistas del proyecto. Cuando se reanudó la construcción, la mano de obra - en gran parte no kurda - fue escoltada a la presa por vehículos blindados y carros de combate. Del mismo modo, los militantes han atacado la presa de Silvan mediante la colocación de explosivos en las carreteras que conducen al sitio y amenazas a la seguridad de la región que han causado retrasos en la construcción. Es poco probable que este tipo de ataques se detengan: dado que los grupos separatistas kurdos anunciaron en julio de 2015 que van a seguir atacando las presas y centrales hidroeléctricas.
No pretendo exagerar el papel de las presas en el conflicto, sin embargo. las"guerras del agua" tienden a surgir en la región cuando la tensión es alta. Las crisis que rodean a los ríos transnacionales no son nada nuevo, y es poco probable que Turquía cambie de forma permanente los flujos de los ríos Tigris y Éufrates para aumentar la sed de los militantes kurdos en Irak y Siria. La reacción internacional por sí sola sería suficiente para disuadir a Ankara, particularmente porque no podría cortar el suministro de agua a los kurdos sin cortárselo también a los iraquíes y sirios. Las opciones de los militantes de usar las presas para contraatacar a Ankara serán asimismo limitadas. A pesar de que podrían bloquear las carreteras, atacar los convoyes o amenazar a los trabajadores, las posibilidades de causar un daño contundente y duradero a la infraestructura de agua de Turquía son escasas.
En Resumen
- Los proyectos hidroeléctricos y la construcción de presas continuarán siendo componentes importantes de la estrategia de Turquía para la represión y el control de la población kurda.
- Como resultado, estos sitios serán el blanco de protestas y ataques de grupos militantes kurdos, un riesgo que podría crecer a medida que los proyectos lleguen a su fin.
- A pesar de que los ataques pueden retrasar la construcción, es poco probable que los militantes kurdos dañen significativamente la infraestructura de agua de Turquía.