Hace más de un cuarto de siglo, los países europeos decidieron desarrollar su propio sistema global de navegación por satélite, en parte debido a los temores de que los Estados Unidos algún día podrían restringir su acceso a la información del GPS. La solución era la constelación de satélites Galileo. En los años transcurridos desde su creación, el proyecto ha ganado el apoyo de todo el mundo y convertido a antiguos oponentes, entre ellos Estados Unidos y el Reino Unido, en aliados. Cuando el proyecto entre en funcionamiento en 2020, sus 30 satélites (14 de los cuales ya se han puesto en marcha) proporcionarán a los usuarios los servicios de navegación globales con metros o incluso centímetros de precisión. Pero la conclusión del proyecto probablemente no logrará su principal objetivo —liberar a Europa de su dependencia del GPS administrado por EE.UU.— durante al menos una década debido a las limitaciones tecnológicas y altos niveles de inversión económica que necesita el proyecto Galileo.
Los ejércitos europeos dependen en gran medida del GPS para la navegación aérea, marítima y terrestre. Además, varias industrias comerciales, incluidas las comunicaciones, el transporte, la aviación y la agricultura, también dependen de esta tecnología. Durante la guerra de Kosovo, los Estados Unidos limitaron el acceso de sus aliados a los servicios del GPS con la disponibilidad selectiva (un sistema GPS menos preciso disuelto formalmente en el 2000), lo que refuerza la necesidad de Europa de desarrollar su propia alternativa. A medida que las fuerzas armadas y las economías se han vuelto más conectadas, el acceso garantizado constante a la información por satélite se ha convertido en una preocupación aún más apremiante para el continente. Desde 2009, entre el 6 y el 7 por ciento del mercado de la UE se basó en el GPS, y se espera que este número no pare de crecer.
Ganando margen de maniobra
En las primeras etapas del proyecto Galileo, Estados Unidos se opuso a el, preocupado de que el nuevo sistema de navegación por satélite podría utilizarse para mejorar ataques de precisión contra él, obstruir las señales GPS y socavar las empresas privadas GPS. Sin embargo, después de numerosas rondas de negociaciones con la Comisión Europea, Estados Unidos cambio de idea. La razón principal del cambio fue que los legisladores acordaron que Galileo sería interoperable con los códigos comerciales de GPS, sin interferir con los códigos militares, que utilizan diferentes frecuencias de banda. La interoperabilidad es beneficiosa para los Estados Unidos, la cual proporciona redundancia a los sistemas de Estados Unidos —especialmente útiles a la luz del aumento de las capacidades anti-satélite de Rusia y China— al tiempo que mejora la precisión de la navegación. Las preocupaciones de Washington de que sus enemigos, a saber, Rusia y China, podrían utilizar Galileo en su contra se calmaron ya que ambos países desarrollaron sus propios sistemas de navegación. Con los Estados Unidos a bordo, algunos oponentes europeos no aceptantes del proyecto —sobre todo el Reino Unido— también cambiaron de opinión sobre Galileo.
Desde entonces, el proyecto ha mantenido su apoyo en Europa, a pesar de las crecientes divisiones entre los estados miembros de la UE y el malestar económico del continente. La financiación de la Agencia Espacial Europea ha ido en aumento en la mayor parte de la década pasada, y la financiación de la navegación por satélite aumentó en casi mil millones de euros en el último año. A largo plazo, el proyecto planea reducir la dependencia de Europa respecto a otros sistemas de navegación por satélite, Sin embargo, Galileo ofrece otras ventajas. Sus sistemas proporcionan una mayor precisión a lo largo de las latitudes del norte que otros sistemas en el mercado, incluyendo GPS. Dado que la mayor parte de Europa se asienta en latitudes más altas que los Estados Unidos —Berlín, por ejemplo, esta más al norte que todo el territorio continental de Estados Unidos— esta característica será una gran ayuda para el continente.
Salvo complicaciones imprevistas, tales como el conflicto militar entre los países europeos o averías mecánicas importantes, Galileo alcanzará la finalización de su puesta en marcha dentro de los próximos años. Y debido a que la decisión de implementar el sistema se deja en gran parte a la discreción de los estados miembros individuales, la incorporación de Galileo en las economías y ejércitos de Europa es poco probable que cause grandes grietas en la Unión Europea. No obstante, decidir qué países fuera del bloque pueden acceder al servicio publico y regulado de Galileo (PRS), y quienes podrán acceder a la señal encriptada reservada para uso militar (código M) y de los gobiernos, podrían ser un punto de fricción entre los miembros de la UE.
La reticencia de la empresa privada
Que las compañías privadas usen el sistema Galileo es otro reto. Aunque los políticos han alentado a las empresas para cambiar de GPS a Galileo, pocos fabricantes europeos han hecho caso. Dado que el software de Galileo difiere del de GPS en sus tasas de segmentación, los formatos de señal y las frecuencias, los dos sistemas requieren diferentes dispositivos equipados con hardware y software distinto. (Sin embargo, para cumplir con sus promesas de interoperabilidad, los ingenieros de Galileo han asegurado que un solo receptor puede interceptar señales de múltiples constelaciones, incluyendo GPS y el ruso GLONASS.) Para muchas empresas en Europa, el costo de la creación o renovación del equipo para utilizar Galileo es poco práctico. El sistema tampoco ha alcanzado aún su plena capacidad operativa, otro factor de disuasión que evita que los clientes de GPS hagan el cambio.
Por otra parte, los pocos fabricantes europeos que invierten en tecnología de Galileo, lo están haciendo para desarrollar sistemas multiconstelación con GLONASS, GPS y el Chino Beidou. Esta tendencia va a evitar que Europa logre una verdadera independencia de otros servicios por satélite y podría reavivar el debate sobre la financiación de Galileo. En los primeros días del proyecto, algunas naciones europeas consideraban el mercado de navegación por satélite demasiado pequeño y poco rentable para justificar una inversión de miles de millones de euros en el mismo. El declive económico mundial reavivó este argumento, y el uso de fondos públicos para continuar el proyecto se convirtió en un punto de controversia, sobre todo para los Países Bajos y el Reino Unido. Una vez que quedó claro que Galileo no sería capaz de arrebatar la mayoría del mercado a sus competidores internacionales, las divisiones dentro del bloque sobre la utilidad del proyecto se hicieron aún más pronunciadas.
El problema con la interoperabilidad
Al igual que los fabricantes del continente, los militares de Europa también serán cautos en adoptar el sistema Galileo. Aunque el Parlamento Europeo aprobó a Galileo para uso militar en 2008, los miembros de la UE están libres de decidir si se debe implementar el sistema PRS en sus fuerzas armadas nacionales. Las actitudes hacia la incorporación del PRS de Galileo cubren todo tipo de posturas entre los estados miembros, pero en todas ellas, el costo es una consideración importante. Para convertirse al PRS de Galileo, los ejércitos europeos tendrían no sólo que reemplazar sus plataformas de receptores militares, sino también adaptar sus equipos —aeronaves, vehículos, barcos y misiles que son en su mayoría de fabricación estadounidense—. El coste de la utilización y mejora de las capacidades de GPS, la mayor parte de las cuales están cubiertas por los Estados Unidos, palidecen en comparación con el costo de la sustitución o adaptación de los equipos de Galileo. Por otra parte, debido a las diferentes frecuencias y métodos de cifrado (medidas destinadas a garantizar la seguridad nacional), no existe ningún aparato que pueda leer múltiples códigos militares. Después de hacer la fuerte inversión necesaria para la adopción de Galileo, un país tendría entonces que lidiar con las complicaciones de la comunicación con otros socios militares que utilizan diferentes sistemas. Para una alianza militar como la OTAN, encontrar la manera de operar con códigos separados para los sistemas GPS y Galileo sería un obstáculo significativo.
Previendo la complicación, la Unión Europea y Estados Unidos están considerando la posibilidad de permitir el uso multiconstelación para su código M (cifrado militar) y el código PRS (servicio público). Sin embargo, el tema ha demostrado ser polémico, no sólo entre los Estados Unidos y la Unión Europea —cuyas negociaciones suspendidas están retrasando una votación de la Comisión Europea en la materia—, sino también entre los propios miembros de la UE. Los países con un fuerte apoyo nacionalista, como Francia, probablemente se resistirán el paso de integrar por completo los dos sistemas, deseosos de abandonar su dependencia del GPS. Mientras tanto, los países con profundos lazos con los Estados Unidos, como Polonia, probablemente se opongan a la limitación del acceso de EE.UU. al PRS de Galileo para conseguir la mejora de la precisión y la interoperabilidad que traería.
A pesar de la intención inicial del proyecto de poner fin a la dependencia europea del GPS, Galileo no suplantará al sistema GPS de los Estados Unidos. En su lugar, se puede utilizar junto con el GPS y sus otros competidores en el sector civil, mientras que el GPS de código M (militar) seguirá dominando el sector militar, al menos hasta que las negociaciones sobre la interoperabilidad concluyan. Sin embargo, Galileo es un logro importante para Europa, proporcionando a los países en el continente una alternativa en caso de que su acceso al servicio GPS se vea comprometida. Por esta razón, los miembros de la UE seguirán financiando la constelación de satélites y la incorporación de su sistema de navegación como mejor les parezca, a pesar de las discrepancias sobre el proyecto.
- Créditos de las Fotos:
Sara Keller / 86th Airlift Wing
Brian Chaney / VIPER COMBAT CAMERA USAREUR
- Agradecimientos Especiales:
M.A.S.H.A. / la música de mi vida.
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