jueves, 22 de septiembre de 2016

¿Que hay detrás del fallido alto el fuego en Siria?


Un piloto de un F-22 Raptor de la Fuerza Aérea de EE.UU. se sujeta su casco antes de volar hacia un lugar clasificado en el sudoeste de Asia, el 11 de Julio de 2016. (Larry Reid Jr. / U.S. Air Forces Central Command Public Affairs)

El 19 de septiembre, apenas unas horas después de que una larga semana de cese de hostilidades terminara, un convoy de ayuda humanitaria—coordinado por las Naciones Unidas, y teniendo los permisos necesarios para aventurarse en territorio rebelde— fue bombardeado desde el aire, en la provincia occidental de Alepo. Los funcionarios estadounidenses dijeron el martes que Rusia era responsable del ataque, incluso citando fuentes de inteligencia que muestran a los aviones de ataque rusos Su-24  volando directamente sobre el convoy en el momento del ataque. Moscú sigue negando cualquier implicación. Las Naciones Unidas rápidamente cancelaron cualquier entrega de ayuda humanitaria adicional, y al hacerlo, pone en duda la posibilidad de que cualquier persona en Alepo obtendrá los recursos mínimos para satisfacer sus necesidades más básicas.


Tanto Estados Unidos como Rusia tenían sus propias razones para negociar un alto el fuego, pero sus motivos diferían notablemente. Aunque la entrega de ayuda humanitaria fue una de las estipulaciones más importantes de Washington, el objetivo último era continuar la lucha contra el Estado Islámico. Negociar un fin a la guerra civil siria, negaría al grupo yihadista un vacío de poder en el que operar, lo cual es un componente necesario para que Washington se anote un tanto. EE.UU. estuvo, por tanto, dispuesto a conceder algunas de las demandas de Rusia, incluso si sus demandas debilitaban a los rebeldes que se oponen al presidente sirio, Bashar al Assad, si con ello las fuerzas de Estados Unidos avanzaban terreno en la derrota de Estado Islámico.

Los rusos, por su parte, no estaban tan interesados en el Estado Islámico. Estaban mucho más interesados en preservar el gobierno sirio —de hecho, se preocupan más por su éxito que los estadounidenses se preocupan por el éxito de los rebeldes—. Moscú también tenía un motivo ulterior: Coordinarse más estrechamente con Washington en Siria podría influir en su comportamiento cuando negocie con Washington sobre Ucrania, lugar de un conflicto geopolítico mucho más importante para Rusia que Siria, y sobre el tema de las sanciones. (Y un acuerdo con los Estados Unidos, por otra parte, mejoraría la situación de Rusia en el Medio Oriente).

Era difícil llegar a un acuerdo, pero se logró el 9 de septiembre. Sin embargo, el éxito o el fracaso del alto el fuego siempre dependió menos de Rusia y los Estados Unidos y más de cómo los combatientes respondieron al mismo. Persuadir a un grupo tan variado de personas de que respeten un alto el fuego que les favorece en nada ya era una tarea difícil de por sí. Pero cuando Moscú y Washington añadieron una cláusula por la cual sus fuerzas armadas atacarían conjuntamente a Jabhat Fatah al-Sham, uno de los grupos rebeldes más eficaces, aunque extremista. Entonces se hizo evidente que los rebeldes iban a socavar activamente el acuerdo que les iba a poner más lejos de alcanzar su objetivo: derrocar a al Assad.

En resumen, el alto el fuego benefició más a los lealistas que a cualquier otra persona. Sin embargo, estos estaban obligados a oponerse a algunas de las cláusulas del contrato, incluidas las que limitaban el uso del poder aéreo sirio y, como era de esperar, la entrega de ayuda humanitaria, que socavaba directamente sus esfuerzos de matar de hambre a los bastiones rebeldes. Y, en cualquier caso, la estructura de mando y control del gobierno sirio ha decaído a través de años de guerra constante. Así que incluso si sus líderes no se opusieran a algunos aspectos del acuerdo, no había ninguna garantía de que las milicias independientes acataran sus órdenes.

Estas limitaciones se hicieron evidentes en los primeros siete días del alto el fuego. Las violaciones se hicieron de manera constante, la ayuda humanitaria fracasó en gran parte en alcanzar las zonas sitiadas, y los grupos rebeldes se negaron de plano a distanciarse de Jabhat Fatah al-Sham. El ataque aéreo que alcanzó al convoy, por no hablar de otro ataque de EE.UU. que afectó a los lealistas en Deir el-Zour, sellaron el destino de un acuerdo ya de por sí moribundo. Y, más importante, el alto el fuego fallido representa la confianza destrozada entre las potencias extranjeras que ya no tienen el control total sobre los actores internos del conflicto.

Teniendo en cuenta el fracaso anterior, las posibilidades de otro alto el fuego parecen bastante remotas. Pero las razones subyacentes por las que las potencias extranjeras querrían llegar a uno permanecen, por lo que la esperanza aún prevalece.



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