Vladimir Putin se da la mano con los agentes del Grupo Alfa del FSB el 20 de diciembre de 2011. (Foto de SpetsnazAlpha / CC BY)
El 4 de septiembre se celebra el Día de la Solidaridad, un recuerdo de dos ataques terroristas brutales que tuvieron lugar en Rusia: el inicio de una campaña de ataques bomba a apartamentos en 1999 y el final sangriento de la masacre en una escuela de Beslán en 2004. Por mucho que los ataques del 9/11 cambiaran la psique de los Estados Unidos, esos eventos alteraron la trayectoria de Rusia y dio forma a la identidad del pueblo ruso que conocemos hoy. También fueron clave para el ascenso de Vladimir Putin a lo más alto del poder.
A finales de 1990, Rusia estaba luchando por recuperar su identidad después de la caída de la Unión Soviética. El pueblo ruso perdió su nacionalidad soviética y fue empujado a ser solamente Rusia, lo que dio lugar a una crisis de identidad que duró toda una década. La recién creada Federación Rusa se extendía desde Europa y Oriente Medio a través de Asia Central y el Lejano Oriente, abarcando 12 zonas horarias y 83 divisiones regionales. Era el hogar de 160 grupos étnicos diferentes, con los no eslavos constituyendo casi el 20 por ciento de la población.
Sin embargo, una piedra angular de la Unión Soviética estaba teniendo un rol que trascendía la raza, el credo o idioma. Moscú adoptó en su día la etiqueta Soviética para unificar no sólo el territorio de Rusia, sino también los diversos territorios a lo largo de sus fronteras. Por otro lado, la etiqueta de Rusia (adoptada tras la caída de la URSS) se inclinaba hacia identidades blancas, eslavas y tradicionalmente ortodoxas. Pero incluso la última de estas distinciones —religión— aún no resurgió en la Rusia post-soviética después de su supresión durante décadas de ateísmo promovido por el estado.
La constitución inicial creada en el año 1993 comienza con "Nosotros, el pueblo multinacional de la Federación de Rusia." Pero el Kremlin cometió un grave error, bajo el mando del entonces presidente Boris Yeltsin, ya que no podía concebir una estrategia para poner en práctica el concepto de diversidad de Rusia sin un espíritu unificador entre la gente. Naturalmente, Rusia comenzó rasgarse. Los sentimientos secesionistas fueron más pronunciados a medida que las regiones como Kaliningrado, el Cáucaso Norte, Tataristán y el Extremo Oriente comenzaron a resquebrajarse. Pero fue la República de Chechenia quien declaró la primera independencia y, al hacerlo, se inició una guerra con el gobierno ruso. En el momento en que la primera guerra de Chechenia terminó oficialmente a mediados de 1996, el ejército ruso había sido humillado, y el pueblo ruso estaba cansado de la guerra. Pero toda la federación sabía que la lucha está lejos de terminar.
El resentimiento en Rusia creció en la década de 1990 mientras el país se tambaleaba hacia el colapso. El crimen organizado crecía como la espuma. La oligarquía saqueaba y acumulaba la riqueza del país. y los esquemas financieros (como la estafa piramidal) arrebataron el dinero a millones de personas. Y por si fuera poco, la OTAN invadió las fronteras de Rusia. El liderazgo de Yeltsin se erosionaba mientras luchaba contra su propio alcoholismo, los diversos partidos políticos en la legislatura y los feudos de su familia con los partidos políticos, servicios de seguridad y oligarcas. Los sistemas políticos y de seguridad de Rusia fueron debilitados intencionalmente para que ninguna fuerza pudiera desafiar a Yeltsin y su administración (un marcado contraste con las prácticas tradicionales soviéticas).
En 1998, una peligrosa crisis financiera lastraba al país. La inflación alcanzó el 84 por ciento. El gobierno no podía pagar las pensiones ni la deuda externa. La moneda se devaluó en repetidas ocasiones. El Transporte, como el ferrocarril transiberiano, fue interrumpido. Estallaron huelgas masivas en todo el país. La mayoría de los gobiernos regionales rusos se negaron a pagar impuestos, y algunos incluso empezaron a amenazar con la secesión una vez más. Incluso el paquete de ayuda de 5 mil millones de dólares repartido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional nunca llegó a las arcas públicas —ya que fue robado nada más llegar—. El sistema político y de seguridad que Yeltsin había construido no tenía detrás ninguna estrategia coherente para combatir la crisis. El país parecía estar al borde del desastre.
Putin Entra en Escena
En julio de 1998, Yeltsin trajo a un desconocido político de San Petersburgo para acabar con estos problemas a través del Servicio Federal de Seguridad (FSB, sucesor de la KGB) y el Consejo de Seguridad Nacional: Vladimir Putin. En ese momento, Yeltsin no se dejó intimidar por Putin o sus aliados de San Petersburgo, la mayoría de los cuales eran también ex miembros del KGB. El clan de San Petersburgo se quedó fuera del sistema de Moscú. El peso político del grupo fue menor en comparación con el de la familia de Yeltsin y sus rivales comunistas. Y el pueblo ruso en gran parte desconocía a Putin. Sin embargo, Putin insertó a su grupo en la capital a través de las purgas—y en su mayoría duras— reformas. El jefe de seguridad reprimió a los manifestantes, oligarcas y líderes regionales. Sus logros comenzaron a conseguirle apoyos en Moscú y en otras regiones. Se convirtió en el hombre de la ley y el orden.
La estrategia de consolidación, integración singular y unificación bajo una identidad común de Putin seguía un proceso familiar. Coqueteó con el modelo soviético: Moscú hace las reglas —sin hacer preguntas—. Mientras que su mano de hierro trabajaba para ganar poder en el Kremlin, Putin aún tenía que unificar al pueblo ruso detrás de él e implementar sus planes para el país. Necesitaba una causa común, no una de multiplicidad y caos, sino de disciplina y estructura, que con el tiempo se traduciría en estabilidad y poder. El pueblo ruso demandaba más seguridad y una cierta apariencia de poder similar al pasado soviético, y Putin se comprometió a dárselo.
A medida que el siglo XX llegaba a su fin, Chechenia se preparaba para invadir a la vecina Daguestán, y Putin se convirtió en el primer ministro. El pueblo ruso estaba comprensiblemente preocupado acerca de una nueva guerra en el Cáucaso. Los fondos del gobierno estaban en mínimos mientras la crisis financiera se alargaba en el tiempo, y las dudas acerca de si el otrora robusto ejército ruso podría luchar contra los movimientos guerrilleros del Cáucaso aumentaban.
El Punto de Inflexión
Las dos primeras semanas de septiembre de 1999 cambiaron Rusia. Una serie de explosiones golpearon cuatro bloques de apartamentos en Moscú, Buynaksk y Volgodonsk en el transcurso de 12 días, matando a 293 personas e hiriendo a más de 1000. Inicialmente, los comandantes militantes chechenos asumieron la autoría de los ataques, y el pueblo ruso temía el inicio de una segunda guerra de Chechenia. Al cabo de tres meses, Yeltsin había renunciado al cargo, y Putin se convirtió en presidente en funciones, y su nuevo partido "Unidad" surgió en el parlamento en medio de una campaña de guerra.
Los teóricos de Rusia debaten aún hoy si Putin habría llegado al poder si no tuvieran lugar los ataques de los apartamentos en 1999. Naturalmente, las teorías de la conspiración de que Putin y el FSB fueron responsables de los ataques continúan dando vueltas por Internet. Pero dejando estas teorías de lado, para el pueblo ruso, Putin era el líder que necesitaban para guiarlos más allá del caos de Yeltsin y contrarrestar la maldad de los militantes chechenos.
La repentina popularidad de Putin le dio la oportunidad que necesitaba para iniciar las dolorosas reformas necesarias para reactivar el sistema. Sin embargo, el líder ruso tuvo que tratar con la resistencia de los restos del antiguo sistema de Yeltsin (e incluso el comunista), y la guerra en Chechenia se prolongó. Para el año 2004, la popularidad de Putin estaba en fuerte descenso. Necesitaba vía libre para reestructurar todo el sistema ruso, en lugar de tapar las fugas.
Un reino de terror sin precedentes que se volcó sobre Rusia transformó a Putin de salvaje a salvador. El 24 de agosto, los terroristas hicieron estallar simultáneamente dos aviones rusos en pleno vuelo. Seis días más tarde, un atacante suicida mató a 10 personas en el metro de Moscú. Y en lo que se considera el ataque terrorista más brutal en Rusia hasta la fecha, unos militantes del cáucaso tomaron rehenes en una escuela primaria en la ciudad de Beslán a comienzos de septiembre, que resultó en 385 muertes, 186 de ellas niños.
Putin visitó a los supervivientes en el hospital. En un discurso televisado a nivel nacional, Putin parafraseó a Josef Stalin: "Nos hemos mostrado a nosotros mismos como débiles y los débiles son vencidos.". Se convirtió en un grito de guerra, un ultimátum al pueblo ruso. (A diferencia de 1999, ya no había absolutamente ninguna duda de que los chechenos fueron los responsables de la matanza de 2004.)
El Precio del Poder
Después de la masacre de Beslan, Putin llevó a cabo una serie de leyes draconianas, como la restricción de los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales, la ampliación de la definición de terrorismo y capacitación de los servicios de seguridad. Entre las leyes también había una reestructuración completa del sistema electoral, dando a Putin el poder de designar a los líderes regionales, e inclinar a su favor los procedimientos de votación para la Duma Estatal. El gobierno, y su control sobre la mayoría de los aspectos del país, se alinearon verticalmente con Putin.
Con su nuevo poder, el estado aplastó a la mayor parte de los oligarcas, y centralizó la propiedad de las empresas estratégicas. El gobierno estabilizó el sector financiero y reestructuró los bancos. La calidad de vida de la clase media rusa se disparó, y la inestabilidad política se calmó; la mayoría de los partidos fueron eliminados del gobierno y el legislativo. Putin consolidó políticamente el país bajo un mismo partido, Rusia Unida, que tuvo el control del 64 por ciento de la Duma en las elecciones de 2007. Los partidarios y aliados de Putin se filtraron en todos los aspectos de la sociedad, los negocios y la política exterior, creando una estrategia bastante coherente para recuperar la fuerza y la estabilidad del país. Y para el 2009, la lucha militar a gran escala en Chechenia había cesado, y la amenaza militante organizada más grande se había fracturado. Rusia también había regresado a la escena mundial, contraatacando a Occidente en sus zonas fronterizas. El fortalecimiento de las capacidades de Putin se basaba en los precios del petróleo, que alcanzaron los tres dígitos para el año 2008, llenando las arcas del Kremlin y dando financiación a las reformas y las purgas de Putin.
Así que dentro de la primera década del gobierno de Putin, los rusos vieron a su país tambalearse cuando estaba al borde del colapso y ascender a su antigua gloria. Putin alcanzó inicialmente el poder en base a sus promesas de luchar contra el terrorismo. En la otra cara de la campaña terrorista, consolidó su posición detrás de los resultados que logró. Y su apoyo entre el pueblo ruso se elevó a niveles nunca vistos en un siglo. Putin surgió como el hilo conductor de la unidad entre el pueblo ruso. El culto de Putin estalló, y la era de Putinismo comenzó.
Pero hoy en día, el sistema por el que Putin había luchado tan duro se está disolviendo. La economía está de nuevo en una recesión profunda. El partido en el poder está en declive. las empresas rusas se están quedando atrás. El ejército ruso se enfrenta a amenazas en todas las fronteras. E incluso sus apoyos en San Petersburgo están en su contra. El sistema que Putin puso en marcha para unir a un país detrás de su nombre ahora le está aislando a nivel internacional y dentro del Kremlin. El líder ruso sigue contando con la adoración de la mayoría de los rusos. Pero se está montando en una ola de nacionalismo promovido por una nueva preocupación —la idea de que el mundo quiere que Rusia se derrumbe una vez más—. Putin está tratando de encajar las piezas de su sistema complejo, a pesar de que en realidad ya no encajan. Pero la pregunta ahora depende de qué va a hacer para asegurarse de que esas piezas no se le caigan de las manos —y, si la era de Putinismo termina, que será lo que pasará con el futuro de Rusia—.
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