lunes, 25 de abril de 2016

Análisis del Conflicto Interno Iraquí


Soldados iraquíes llevan a cabo un ejercicio de combate cercano con fuego real en el polígono de tiro del 1.er Batallón, 2.ª brigada, 8.ª División del Ejército Iraquí. (Michael A. Molinaro / U.S. Army)

En cierto modo, la lucha contra el Estado Islámico en Irak ha enmascarado la profunda fragmentación del país. Durante la campaña contra el grupo yihadista Estado Islámico, muchos grupos étnicos y religiosos de Irak han cooperado con frecuencia entre sí. Unidos por un deseo de reclamar el territorio del grupo yihadista, los peshmerga kurdos, las milicias chiítas y milicias tribales sunitas, junto con las fuerzas del gobierno iraquí, han puesto en marcha numerosas operaciones conjuntas. Pero los objetivos estratégicos de los diferentes grupos son bien diferentes, dado que todos ellos desean más recursos económicos, territorio e influencia política, lo cual los llevará a un conflicto entre ellos. En el transcurso de las mismas operaciones, las tensiones acumuladas entre las facciones ya se han manifestado. La lucha por la influencia y el control entre los grupos surgirá de forma cada vez más violenta, a medida que vayan neutralizando la amenaza que representa su enemigo común...


Aunque las comunidades étnicas y religiosas de Irak ejercen su influencia sobre el país de diferentes maneras, comparten un elemento táctico importante en común: las milicias. En Irak, una reclamación de territorios a menudo se traduce en una demanda de poder. En gran medida, esto es un síntoma de la debilidad de las fuerzas de seguridad iraquíes. Con un número inferior a 150.000 soldados en las fuerzas de primera línea, el ejército de Irak sufre de la falta de liderazgo y logística, los salarios son pésimos y la moral débil. Como resultado, las milicias en Irak han adquirido importancia, lanzando un apoyo muy necesario detrás de las fuerzas de seguridad iraquíes. Pero al mismo tiempo, las milicias tienen sus propias agendas y objetivos.

Las demandas Kurdas

Los peshmerga kurdos ofrecen el ejemplo más notable de esta tendencia. Las fuerzas peshmerga han cumplido un papel fundamental en la lucha contra el Estado Islámico, no sólo mediante ataques y avances territoriales, sino también defendiendo el territorio que las fuerzas de seguridad iraquíes dejaron expuesto al retirarse. Los kurdos controlan ahora el territorio de las provincias de Saladino y Diyala, áreas que han reclamado durante mucho tiempo, pero que estaban más allá de las fronteras del Gobierno Regional de Kurdistán. La más polémica de estas áreas es la de Kirkuk, a la que los líderes kurdos han llamado "la Jerusalén kurda". Desde que tomaran Kirkuk en 2014, los kurdos han utilizado el control de los campos petroleros de la zona con gran ventaja, realizando la exportación de petróleo a varios mercados extranjeros.

En general, los territorios que los kurdos han tomado son multiétnicos. Pero éstos incluyen importantes poblaciones kurdas. Lejos de alcanzar ese objetivo, los kurdos todavía pueden utilizar su control de la región para exigir concesiones políticas a Bagdad. Pueden exigir que el gobierno llegue a un acuerdo de reparto de ingresos con el Kurdistán iraquí, permitiendo a los Kurdos exportar de forma independiente petroleo o aumentar la representación ministerial kurda. En la actualidad, tres ministros kurdos ocupan cargos en el Consejo de Ministros Iraquí, pero los kurdos, que han exigido el 20 por ciento de los cargos ministeriales de Irak, están preocupados porque las reformas propuestas por el primer ministro Haider al-Abadi les costarán varios puestos. Una vez asegurado más territorio en sus operaciones contra el Estado Islámico, los kurdos tendrán acceso a más recursos y poder político en Bagdad.

A pesar de que Bagdad se opone a la presencia kurda en estas áreas, por ahora las fuerzas de seguridad iraquíes son demasiado débiles para reclamar el territorio por la fuerza. En su lugar, las milicias chiíes de Irak han ocupado estas áreas y están enfrentándose con los peshmerga kurdos en ellas. Esto arroja una duda importante sobre si las dos facciones podrían cooperar en las futuras operaciones a gran escala, tales como la lucha por Mosul, lo que podría requerir más de 40.000 soldados sólo en primera línea.

Los peshmerga jugarán un papel importante en la campaña de Mosul. Sin embargo, fuentes kurdas e iraquíes han insistido en que las fuerzas no entrarán en la ciudad misma. Por el contrario, los peshmerga tienen la tarea de recuperar el territorio circundante, actuando de esta forma como una fuerza de apoyo hacia el norte y el este de Mosul para evitar que los combatientes de Estado Islámico se dispersen hacia otro lugar. Para Bagdad, la perspectiva de ver a las fuerzas kurdas en Mosul es preocupante, ya que les permitiría ganar aún más terreno en Irak. De hecho, Mosul ofrece a los kurdos una oportunidad atractiva. Ellos siempre han tenido una estrecha relación con la población árabe de la ciudad, y las fuerzas kurdas podrían beneficiarse del acceso a la importante infraestructura de Mosul, que cuenta con uno de los aeropuertos más grandes de Irak. Tal vez el argumento más convincente es que la tierra es cultivable cerca de Mosul (a diferencia de la tierra montañosa del Kurdistán iraquí) y podría proporcionar a los kurdos una mayor seguridad alimentaria.

Sin embargo, esto sería una tarea difícil para los kurdos. En su forma actual, los peshmerga se están esforzando en mantener a unos 160.000 combatientes para asegurar toda la región kurda. Para tomar y ocupar Mosul, las fuerzas kurdas tendrían que lidiar primero con el Estado Islámico y después con las fuerzas de seguridad iraquíes y las milicias chiíes que probablemente desafiarían el control kurdo. Aún así, si en la operación de Mosul las fuerzas kurdas consiguen reunir más tropas de lo previsto, es probable que haya enfrentamientos entre las fuerzas peshmerga y los milicianos chiítas que luchan contra su expansión.

La creciente influencia Chiíta

Las milicias chiíes han jugado un papel clave en ayudar a las fuerzas de seguridad iraquíes para volver a tomar el territorio del Estado Islámico, particularmente en Bagdad, Ramadi, Tikrit y Faluya. Inicialmente formadas en respuesta a la marginación de la comunidad chiíta de Irak, las milicias fueron entrenadas y apoyadas únicamente por Irán. A pesar de los recientes intentos de mover a las milicias bajo la dirección del gobierno iraquí, Irán aún entrena y financia la mayor parte de estas fuerzas. Después de que el gran ayatolá Ali al-Sistani, el principal clérigo chiíta de Irak, emitiera una fatua en junio de 2014 para establecer una fuerza paramilitar iraquí, el Ministerio del Interior de Irak absorbió a decenas de unidades de movilización popular chiítas bajo la denominación de Fuerzas de Movilización Popular. A pesar de ello, los líderes de las milicias dominan la fuerza: Abu Mahdi al-Mohandes, el jefe del grupo militante Kataib Hezbolá, sirve como su vicepresidente. Aunque el presupuesto de 2016 de Irak asignó 2 mil millones de dólares a las unidades de movilización, el grueso de las fuerzas de apoyo todavía proviene de Irán.

Irán apoya directamente a la mayoría sustancial de los aproximadamente 110.000 miembros que integran las Fuerzas de Movilización Popular. De hecho, Teherán utiliza su influencia sobre estas unidades militares para perseguir sus propios objetivos políticos en Irak. Muchas milicias chiíes están bajo el mando directo de la Fuerza Quds, el brazo armado encargado de las operaciones en el exterior de los militares iraníes. Por otra parte, algunas de las milicias más eficaces de Irak - Asaib Ahl al-Haq, la Organización Badr y Kataib Hezbolá - están alineadas con Teherán, que les proporciona formación y financiación. Al confiar en estas milicias, las fuerzas de seguridad iraquíes han dependido de manera excesiva del apoyo de Irán a sus operaciones contra el Estado Islámico.

Pero no todas las fuerzas chiítas están en sintonía con Teherán. Aunque la comunidad chií es la más influyente en la política iraquí y es la más representada dentro de las fuerzas de seguridad iraquíes, también está plagada de divisiones. Con más de 20.000 miembros, las Brigadas de Paz (encabezadas por el líder chiíta Muqtada al-Sadr) operan de manera más o menos independiente de Irán e incluso han criticado su influencia. Por ello,  Irán busca llevar a las voces discrepantes de las fuerzas chiíes a su terreno. Para consolidar a los chiítas iraquíes bajo los auspicios de Teherán, el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei pidió al secretario general de Hezbolá que convocara una reunión en el Líbano durante la semana del 11 de abril para fomentar una mayor cooperación entre las milicias chiítas. Entre los invitados estaban el líder de las Brigadas de Paz, al-Sadr, un representante de al-Sistani, y el exprimer ministro iraquí, Nouri al-Maliki. 

Las victorias de las milicias chiitas en las operaciones contra el Estado Islámico impartirán más poder político a los bloques políticos pro-iraníes en Bagdad, tales como el Consejo Supremo Islámico de Irak o de ciertos componentes de la Coalición del Estado de Derecho de al-Maliki.

El papel de las milicias Suníes

Las milicias sunitas carecen de la formación y suministros que tienen las facciones kurdas y chiítas, pero, sin embargo, juegan un papel clave en la lucha contra el Estado Islámico. En particular, las milicias suníes jugarán un papel decisivo en la recuperación y la defensa de las zonas pobladas por sunitas, donde son menos propensos que las fuerzas de seguridad iraquíes a agitar el resentimiento por parte de las poblaciones locales. Por otra parte, la participación sunita ayuda a combatir el sentimiento anti-gobierno entre los sunitas iraquíes que de otro modo podría llevar a algunos a unirse al Estado Islámico. En cuanto a las propias milicias, se unen a la batalla principalmente para disminuir la presencia de las milicias chiíes. En la provincia de Anbar, los dos grupos colaboraron con éxito, pero los desacuerdos podrían surgir entre ellos en Mosul y Faluya debido a una percepción generalizada entre los chiítas de que las comunidades sunitas en esas ciudades "invitaron" al Estado Islámico a estas zonas en primer lugar. Esta idea puede conducir a la línea dura de las milicias chiítas a ser menos "colaboradoras" en estas zonas, lo que podría incitar conflictos con sus homólogos sunitas.

Sin embargo, hay un rol importante que jugarán las milicias sunitas. Por un lado, van a ser reacias a renunciar a cualquier territorio en favor del estado iraquí. Tras el derrocamiento de Saddam Hussein, los sunitas fueron prácticamente excluidos de la participación política y militar en Irak durante la "debaazificación". A la luz de su privación de derechos, los principales objetivos estratégicos de los sunitas hoy día incluyen una mayor representación gubernamental y la protección de la persecución de las milicia chiíes. Por encima de todo, los sunitas quieren que Bagdad cumpla con su promesa de integrar a las milicias suníes en las fuerzas militares del país. Aunque al-Abadi convenció a su gabinete para que aprobara esta propuesta en febrero de 2015, el parlamento, dominado por los chiíes de Irak, se opone a armar a los combatientes sunitas.

A cambio de participar en la campaña contra el Estado Islámico, las milicias sunitas exigirán concesiones políticas. A lo largo de la administración, el primer ministro de Iraq ha optado generalmente por una disposición tácita que reparte los altos cargos políticos de Irak entre los grupos religiosos y étnicos del país. Pero las recientes demandas populares de un nuevo gobierno tecnócrata han eclipsado otros asuntos políticos de Irak. No hace mucho tiempo, los políticos de Irak votaron para que el portavoz parlamentario, un sunita, fuera depuesto. Muchos sunitas ahora sostienen que el portavoz debería permanecer en su posición. Para evitar una mayor marginación en el sistema político de Irak, los sunitas exigen una mayor representación en el gobierno e insisten, entre otras demandas, que sea un sunita  el que ocupe el puesto de ministro de Defensa.

A medida que las milicias kurdas, chiítas y sunitas combaten al Estado Islámico junto a las fuerzas de seguridad iraquíes, estarán compitiendo simultáneamente los unos contra los otros. Más que rivalidades sectarias, esta lucha interna refleja un conflicto internacional por tener la influencia sobre Irak. Una vez que el Estado Islámico haya sido derrotado y muchos actores locales y regionales de Irak dirijan su atención a sus propios intereses, la lucha real por Irak va a comenzar.

En Resumen

A medida que cooperan en operaciones contra el Estado islámico, las milicias de Irak también competirán entre sí por el territorio conquistado.

Las comunidades políticas y étnicas de Irak usarán las victorias de sus milicias asociadas para aumentar su poder sobre Bagdad. 

La rivalidad entre las milicias apoyadas por Irán y Turquía respectivamente expondrán a Iraq a un nuevo conflicto, una vez derrotado el Estado Islámico.