Osama bin Laden se sienta con su entonces asesor, el Dr. Ayman al-Zawahiri, durante una entrevista con el periodista paquistaní Hamid Mir en noviembre de 2001 en Kabul. El Dr.Ayman al-Zawahri estaba presente en esta entrevista y actuó como traductor de Osama bin Laden. (Foto de Hamid Mir / CC BY)
El 2 de mayo marcó el quinto aniversario de la incursión de EE.UU. en Abbottabad, Pakistán, que resultó en la muerte de Osama Bin Laden. Como consecuencia de esta operación, hemos observado que mientras que la muerte de Bin Laden cumplió un objetivo táctico de venganza por los ataques del 9/11, en el plano estratégico, tuvo poco efecto en la trayectoria del movimiento yihadista global. Un hombre estaba muerto, pero la ideología del yihadismo iba a continuar siendo una amenaza.
El movimiento yihadista ha progresado más cerca de la visión sobre el mundo de Bin Laden en los últimos cinco años que lo había hecho en los casi 10 años entre el 9/11 y su muerte. Un arco de la yihad se propaga ahora desde África Occidental a través del Oriente Medio y el sudeste asiático. Reflexionar sobre la muerte de Bin Laden es un recordatorio para no perder de vista el bosque - el movimiento yihadista global - por centrarnos demasiado en los árboles - los individuos y grupos.
El sueño
Bin Laden aspiraba a construir un mundo gobernado por un califa musulmán que se guiara por los principios de la sharia. Para llegar a ello, él previó el establecimiento de una serie de emiratos islámicos que practicaran el "verdadero Islam", que con el tiempo se expandirían en un califato mundial. Hasta su muerte, Bin Laden mantuvo que los yihadistas debían centrarse principalmente en atacar a lo que llamó "los enemigos lejanos" - los Estados Unidos y sus aliados europeos. El creía que hasta que fueran expulsados del mundo musulmán, sería imposible establecer los emiratos debido a que Estados Unidos y sus aliados derrocarían a los líderes de los "verdaderos musulmanes" como lo hicieron con el Mulá Mohammad Omar y el Talibán en Afganistán. Por otra parte, a menos que se detuvieran a los enemigos lejanos, estos continuarían apoyando a los gobiernos "apóstatas", tales como los de Arabia Saudita y Pakistán, que no compartían la interpretación de Bin Laden del Islam.
La estrategia de Bin Laden se centró en el uso de los ataques terroristas para incitar la invasión de Estados Unidos al mundo musulmán. El pensaba que una vez que Estados Unidos invadiera, los musulmanes se verían obligados a unirse a una yihad defensiva para luchar contra los "ejércitos cruzados" en una larga guerra de desgaste. Bin Laden creía que esta acción podría llevar al colapso de la economía de EE.UU. y a su gobierno de la misma manera que él creía que la yihad en Afganistán había precipitado el colapso de la Unión Soviética. En su plan, una vez fueran derrotados los Estados Unidos y sus aliados, los levantamientos locales serían capaces de derrocar a los gobiernos corruptos en el mundo musulmán, despejando el camino para el califato mundial.
Materializando el Sueño
Bin Laden y los primeros ataques de Al Qaeda contra Estados Unidos, tales como el del World Trade Center de 1993, los atentados de 1998 contra las embajadas de África Oriental y el complot fallido del Milenio no provocaron la respuesta de EE.UU. que Bin Laden deseaba. Pero los ataques del 9/11 sin duda golpearon la fibra correcta, lo que provocó que los Estados Unidos invadieran Afganistán en 2001 y derrocaran al gobierno talibán. La reacción fue rápida y un gran número de miembros de Al Qaeda y otros yihadistas extranjeros huyeron de Afganistán. Muchos se establecieron en los confines amistosos de áreas silvestres pastunes de Pakistán, mientras que otros huyeron a diversos refugios en la región. Abu Musab al-Zarqawi y sus seguidores fueron reubicados en el norte de Irak, una región sin ley que se había liberado del yugo del régimen de Saddam Hussein.
Pero el gigante estadounidense no había terminado. En 2003, Estados Unidos invadió Irak y derrocó a Saddam, que no tenía absolutamente ninguna conexión con los ataques del 9/11. Esto resultó ser una gran ayuda para la causa yihadista. Mientras que Afganistán era para ellos un trozo de tierra en medio de ninguna parte, Irak era visto como el corazón del mundo musulmán histórico, y por lo tanto atractivo para aquellos que querían librar una yihad defensiva. También ayudó el hecho de que Irak estaba situado entre Irán y Siria, dos países hostiles a Estados Unidos que ayudaban a los yihadistas en sus esfuerzos para sangrar a los Estados Unidos y sacar a sus tropas de la región.
Irak se convirtió rápidamente en un imán yihadista, y así como el dinero fluía, el número de combatientes extranjeros en Iraq superó rápidamente a los combatientes que se encontraban en Afganistán. Esta infusión de hombres y dinero ayudó a aumentar drásticamente el rol de al-Zarqawi. De este modo, fusionó su grupo Yama'at al-Tawhid wal-Yihad (al que hoy conocemos como Estado Islámico) con Al Qaeda. Pero como hemos observado desde 2005, este matrimonio ha sido disfuncional desde el principio.
A pesar de que el grupo de al-Zarqawi había proclamado un "Estado Islámico en Irak" unos pocos meses después de su muerte en 2006, por el año 2010, el grupo había sido severamente dañado y estaba en peligro de aniquilación. Pero 2011 fue un punto de inflexión. En primer lugar, los Estados Unidos estaban en medio de una reducción de personal militar que eliminaría a todas las tropas estadounidenses de Irak antes de diciembre de 2011. En segundo lugar, los acontecimientos en Túnez en diciembre de 2010 provocaron un levantamiento regional, luego llamado Primavera Árabe. La ola de protestas que estalló a través de la región no sólo darían lugar a los derrocamientos de gobernantes como el de Tunecino, Zine El Abidine Ben Ali, el Egipcio Hosni Mubarak, el Yemení Ali Abdullah Saleh y el Libio Muamar Gadafi, sino que también condujo a las guerras civiles en Libia, Siria, Yemen y Mali. Incluso en países como Túnez y Egipto, donde el orden existente no fue derrocado, los levantamientos proporcionarían espacio para que diversos grupos yihadistas obtuvieran un punto de apoyo y comenzaran a crecer.
Sin embargo, en la mayoría de los lugares, la propia primavera árabe no inspiró a la creciente aceptación de la ideología yihadista tanto como el fracaso de los esfuerzos de reforma democrática y las acciones contrarias del gobierno que lanzaron a muchos a los brazos de los yihadistas. Cuando las protestas pacíficas se unen con la violencia, es difícil mantener a los manifestantes alejados de ella y eso es lo que ocurrió en Siria, Libia, Yemen e incluso Irak, donde la autoridad chií reprimió violentamente las protestas sunitas. Esta espiral de violencia proporciona una bonus de reclutamiento para los grupos yihadistas.
Esto creó una situación sin salida para los Estados Unidos y sus aliados. De esta forma, intervinieron al lado de los manifestantes y ayudaron a aplastar al ejército de Libia, llevando al país a la anarquía, dando lugar a los enfrentamientos a lo largo de líneas regionales, tribales, religiosas y étnicas. En Siria, los Estados Unidos y sus aliados ayudaron a equipar y entrenar a las fuerzas anti-gubernamentales, pero no intervienieron directamente como en Libia. Sin embargo, Siria cayó en el mismo tipo de caos que en Libia, y los yihadistas se han beneficiado enormemente de la guerra civil resultante. Siria se convirtió en un gran premio para los yihadistas que a posteriori se convirtió en una cruenta lucha sobre quién controlaría el movimiento yihadista allí, lo que lleva al Estado Islámico a romper con Al Qaeda.
La división finalmente se había extendido a nivel mundial, con el Estado Islámico y Al Qaeda cada uno compitiendo por la supremacía - y el control ideológico del movimiento yihadista. En Libia, Somalia y Afganistán, esta lucha se había transformado de batallas ideológicas a conflictos armados. En muchos sentidos, esta lucha refleja la librada entre los ideólogos marxistas y maoístas por el liderazgo del mundo comunista. Es difícil ver un final al conflicto Estado Islámico-Al Qaeda, y soy bastante escéptico en lo referente a las afirmaciones de que Al Qaeda y el Estado Islámico eventualmente podrían remendar sus diferencias y volver a formar equipo.
El Futuro
Los pueblos y los gobiernos occidentales tienden a centrarse en personajes como Bin Laden y el califa autodeclarado, Abu Bakr al-Baghdadi, y grupos tales como el núcleo de Al Qaeda y los organismos de Estado Islámico. De hecho, los gobiernos occidentales luchan en gran medida contra objetivos complejos, como los movimientos e ideologías. Pero existe el peligro de que al centrarse en los árboles, no se puede ver el bosque.
Ciertamente, los gobiernos deben continuar aplicando todas las herramientas de la contrainsurgencia y el contraterrorismo contra estos grupos yihadistas y sus dirigentes, pero también es crucial reconocer que "el mundo civilizado" simplemente no puede matar o detener individuos para terminar con este problema. El movimiento yihadista global, ya sea dentro del arco de la yihad o en otras partes del mundo, seguirá siendo una amenaza hasta que la ideología del yihadismo sea derrotada como el marxismo y el maoísmo fueron derrotados en gran medida. La lucha va a requerir un fuerte liderazgo y la cooperación de EE.UU., además de una variedad de aliados y alianzas regionales.
A pesar del conflicto interno Al Qaeda- Estado Islámico, en general, el movimiento yihadista es muy grande y proyecta una sombra muy extensa, ahora más que nunca. El número de combatientes extranjeros que han acudido a Siria, Libia y otros países en los últimos años ha superado con creces al número de combatientes que hicieron peregrinaciones de la yihad similares en las décadas pasadas.
La materialización de los sueños de Bin Laden está muy cerca, pero la visión utópica de los yihadistas formando una sociedad justa y segura gobernada bajo la Sharia sigue siendo especialmente atractiva para los musulmanes que viven bajo una dictadura, la cleptocracia, o la anarquía en el caso de Afganistán después de la caída de la administración de Mohammed Najibulá. Sin embargo, esta utopía se desvanecerá rápidamente una vez que se encuentren con la realidad. Las personas que han vivido bajo el dominio yihadista en Afganistán, Yemen, Mali, Libia, Somalia y Siria han aprendido que la opresión y la corrupción no desaparecen en una sociedad yihadista - ellos simplemente toman una nueva forma. las entidades políticas yihadistas, en consecuencia, han demostrado ser impopulares y de corta duración, y el sueño yihadista de crear emiratos de larga duración es claramente más delirante que práctico.
La forma moderna del yihadismo que Bin Laden ayudó a nutrir y propagar eventualmente será relegado a un capítulo más en el libro de las ideologías fracasadas, donde languidecerá próxima al marxismo y al maoísmo. Pero hasta que eso ocurra, los yihadistas seguirán matando y destruyendo, al igual que los comunistas hicieron antes que ellos.
La muerte y la destrucción que los yihadistas dejan a su paso es su verdadero legado. Ese es el legado de Osama Bin Laden.
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